La crisis del coronavirus ha implicado cambios profundos en todos los ámbitos de nuestra vida. Nuestros comportamientos, actitudes y hábitos se van a ver seriamente afectados, lo que tiene grandes repercusiones sobre nuestros modos de relacionarnos e interactuar.
Todo parece indicar que el contacto directo y presencial entre las personas ha perdido relevancia respecto a otras vías de comunicación. Pensemos en lo que está sucediendo en el marco laboral de las empresas o las instituciones públicas, en donde, de forma progresiva, se adoptan nuevos métodos de actuación y de trabajo (el teletrabajo), incluyendo las formas de pago, que hacen cada vez menos necesaria la relación directa entre las personas.
¿Presencial o Videoconferencia?
Así está ocurriendo, como decíamos, en el ámbito del trabajo en sus diversas manifestaciones o, más particularmente, en el campo de la medicina o de las terapias psicológicas. Respecto a épocas anteriores, el teléfono, las conexiones a través de internet o las videoconferencias han cobrado un creciente protagonismo en relación con los medios tradicionales de conexión y comunicación. Así ocurre con las conexiones con el personal sanitario (médicos y enfermeras) o los centros de salud, que nos ofrecen consultas telefónicas o videoconferencias para atendernos, como alternativas a las consultas tradicionales.
Parece claro, sin embargo, que el intenso crecimiento de las formas de intercambio y relación no presenciales, apoyadas en el rápido crecimiento de los cambios tecnológicos al que asistimos, no puede sustituir al contacto directo y personal. Desde nuestro punto de vista, tales medios y técnicas deben jugar un papel complementario imprescindible, pero nunca sustitutivo. Por el contrario, entendemos que la terapia psicológica directa y personal es irremplazable por otras alternativas.
La conexión directa y presencial nos permite una relación personal mucho más rica y global, no limitada a la comunicación verbal, sino enriquecida por las conexiones táctiles, el lenguaje de los signos y manifestaciones no verbales de la comunicación, o el cambio abierto a la intimidad y la confidencia, mucho más difíciles de lograr a través de los medios de comunicación “a distancia”.
Buena parte del trabajo de terapia psicológica tiene que ver precisamente con las cuestiones anteriores, que tienen un gran valor para el trabajo del terapeuta, pero que, con mucha frecuencia, son de una indudable importancia para quien acude a la misma. Cuando el paciente acude a la terapia psicológica quiere ser escuchado (no solo oído), acogido (no solo supervisado) y comprendido y consolado (no solo contabilizado) de los problemas y angustias en los que vive sumido.
La presencialidad, por tanto, es, para nosotros, un factor esencial de nuestro trabajo. Y para hacerla efectiva, es indispensable dar los primeros pasos, una vez se haya tomado la decisión de comenzar un proceso de atención psicológica y búsqueda de solución a los problemas padecidos. En ese sentido, la petición de cita es la puerta de entrada principal para poner en marcha el proceso de curación.
Y no se trata de una cuestión difícil. Las dos vías principales para conseguir la atención personalizada y directa son las habituales:
El teléfono 692 99 24 95, que intentamos atender continuamente y en el que, en su caso, se puede dejar la petición en el buzón de voz, debiendo explicar en tal caso los datos personales básicos (nombre, apellidos y teléfono de quien demanda atención).
Y la alternativa es el correo electrónico info@psicologoenchamberi.es que procuramos tener controlado sistemáticamente para poder ofrecer, como en el caso anterior una respuesta rápida y operativa.
